11 Diciembre 2025
Jaime falleció hace dos meses debido a un mesotelioma pleural, un tumor raro y agresivo provocado por la exposición al amianto. Tenía 76 años y había dedicado su carrera profesional a la instalación, mantenimiento y reparación de sistemas de aislamiento térmico; era calorifugador. “Mi padre siempre esperaba un cáncer pulmonar”, relata su hija Belinda a este medio.
Ella recuerda que comenzó a trabajar muy joven, a partir de los años 60, con este grupo de minerales fibrosos. “Empezó en Francia y en 1977 volvió a España para continuar con montajes de revestimientos en fábricas. No disponían de equipos de protección individual (EPI); en el mejor de los casos, usaban mascarillas FFP2 o quirúrgicas. Él me contó que algunos compañeros terminaban sus jornadas cubiertos de polvo blanco, como si les hubiera nevado encima”, comenta.
La historia de Jaime con las enfermedades pulmonares inició en 2013, cuando le diagnosticaron enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC). “Sus ingresos por neumonía y bronquitis eran frecuentes”, relata. Sin embargo, a principios de 2024 comenzó con un leve dolor en el costado: “Detectaron que tenía tres litros de líquido en el pulmón y manchas sospechosas. En marzo le diagnosticaron y el informe médico señaló el amianto como la causa de la enfermedad de mi padre”.
Su salud empeoró de forma acelerada, pasando de usar oxígeno ocasionalmente a necesitarlo las 24 horas. Además, no permanecía en casa más de cinco días seguidos debido a la necesidad de atención hospitalaria. “Los antibióticos dejaron de funcionar y su capacidad pulmonar disminuyó, reduciendo significativamente su calidad de vida. En el aspecto psicológico le afectó mucho y solicitó que en su próxima recaída no le administraran más medicamentos, solo sedación para facilitar su partida. A partir de ese momento desapareció la depresión, se tranquilizó porque sabía que dejaría de sufrir”, relata.
Asimismo, comenta que su padre les pidió antes de morir que “no dejaran pasar el caso”. “Sabía que moriría antes de ver el dinero de un juicio ganado. ‘Luchad hasta que no haya más recursos’, nos dijo. Hemos denunciado a la empresa ante la inspección de trabajo, tenemos otro procedimiento abierto para reclamar las prestaciones por enfermedad laboral que él no pudo cobrar en vida y otra denuncia por daños, perjuicios y fallecimiento debido a la falta de medidas de salud laboral. Nada compensará la ausencia de mi padre, pero queremos justicia y que se asuman responsabilidades”, concluye.
En su caso, acudieron a la Asociación de Afectados por Amianto (Asmafi), donde cuentan con asesoría legal de Laborea Abogados, especializados en derecho laboral y en la defensa de los derechos de trabajadores afectados por amianto, con alrededor de 300 personas representadas a nivel nacional.
María Asun confiesa estar “muy preocupada” por la situación actual respecto a enfermedades producidas por amianto: “En solo 10 días, la asociación ha atendido a 16 personas con nuevos diagnósticos”. Se refiere a la Asociación Navarra Nuevo Amanecer Respirando, que preside y fundó junto a su esposo, Txema, quien falleció en 2017 por la misma enfermedad que Jaime, un mesotelioma pleural. “Siempre decía: ‘Cada día que ves el amanecer, sigues vivo’”.
Txema trabajó 14 años en la misma empresa, en el departamento de control de calidad, y nunca entró en contacto directo con amianto. “Enfermó por contaminación ambiental”, señala María Asun. Además, relata la mala experiencia que tuvieron con la sanidad pública: “Nos trataron como números y casi nos arruinamos en la privada”.
Ella ha peleado para obtener un “recargo” del 50% en su prestación tras la muerte de su esposo. “Creo que no se le da importancia a la prevención de riesgos laborales. No existe espacio disponible para enterrar todo el amianto. Se burlan de las víctimas y sus familias por querer cumplir con un expediente; dicen que si el amianto no se manipula, no pasa nada, y mi marido es prueba de ello”, expone.
Las autoridades sanitarias son contundentes en esta materia. “Todas las variedades de amianto, incluso el crisotilo, son cancerígenas para los humanos”, asegura la Organización Mundial de la Salud. Pese a eso, el Ministerio de Trabajo mantiene casi 20 meses de negociaciones con UGT, CEOE, Cepyme y CCOO para actualizar la Ley de Prevención de Riesgos Laborales, sin lograr aún un acuerdo. España es el cuarto país de la Unión Europea con más muertes por exposición al amianto. Según Eurostat, en 2021 se registraron 212 fallecimientos en nuestro país, frente a 2.380 en toda la UE.
Sin embargo, las enfermedades derivadas del amianto no son las únicas que generan preocupación: desde 2007 hasta 2024, en España se han notificado 5.900 casos de silicosis, según datos del Instituto Nacional de la Seguridad Social.
En abril pasado, el Ministerio de Sanidad presentó el informe La reemergencia de la Silicosis en España, que detalla la magnitud de esta enfermedad respiratoria incurable de origen laboral causada por la inhalación de polvo de sílice cristalina. “Aunque se considera una patología del pasado asociada a mineros, su incidencia ha aumentado en numerosos países durante las últimas décadas, constituyendo un desafío para la salud pública internacional. Este incremento sucede en un contexto de disminución del peso de las industrias extractivas y afecta a nuevos sectores de riesgo”, señala el informe.
Pepe, de 44 años, le diagnosticaron silicosis a los 27 tras trabajar con materiales aglomerados como cuarzo y piedra artificial. “Mi vida cambió por completo; respondí mal a la noticia porque me dijeron que moriría en pocos meses. No sabía mucho de la enfermedad y fui uno de los primeros afectados en la empresa, que cerró dejándonos abandonados”, relata.
Paco, dedicado a la misma actividad de Pepe, tiene 36 años y está enfermo desde 2013. Su esposa, Anabel, detalla cómo han cambiado sus vidas durante esta década: “Lo conocí después del diagnóstico y he visto un deterioro. Antes vivíamos en una casa, pero hemos tenido que mudarnos porque no podía subir escaleras”.
Paco padece artritis asociada a la silicosis y sufrió un ictus durante una operación cardíaca que afectó su habla y movilidad de las manos. “Le negaron la incapacidad por años, pero hace cinco meses se la concedieron”, relata Anabel. “Psicológicamente ha sido muy duro para mí, ni siquiera puedo jugar a la pelota con nuestro hijo. En mi familia, la silicosis ha afectado a 14 personas”, añade Paco.
Ambos forman parte de la Asociación Nacional de Personas Afectadas y Enfermas de Silicosis (ANAES), ubicada en Chiclana de la Frontera, Cádiz. Carmen es la integradora social que orienta, informa y atiende a pacientes y familiares. “En el último año, han acudido unos 40 o 50 nuevos diagnosticados. Existe mayor conocimiento, pero en los últimos cuatro años la salud de los afectados ha empeorado”, afirma.
El diagnóstico de enfermedad profesional ha aumentado en los últimos años, con un notable incremento en los registros del Sistema de Comunicación de Enfermedades Profesionales de la Seguridad Social (CEPROSS), principalmente a partir de 2010. Así lo explica a El Confidencial la Dra. Araceli López-Guillén García, directora de la Escuela Nacional de Medicina del Trabajo.
En cuanto a los temas que preocupa, señala tres básicos: trastornos músculoesqueléticos (TME), problemas de salud mental vinculados a riesgos psicosociales y el cáncer profesional junto a exposiciones crónicas. “En 2024 se comunicaron 26.803 partes de enfermedad profesional; el 43% con baja laboral y el 57% sin ella, con un incremento estimado del 4–5% frente a 2023. Las enfermedades causadas por agentes físicos continúan siendo predominantes, representando alrededor del 80% de los casos, y dentro de ellas, los TME constituyen aproximadamente un 75–80% de todas las notificaciones”, añade.
Sobre los agentes biológicos, comenta que “tienen menor incidencia”, cerca del 6–7%, aunque reconoce que “han cobrado relevancia” con el covid-19 en el personal sanitario y sociosanitario: “El resto corresponde a enfermedades cutáneas, respiratorias y patologías por sustancias químicas o carcinógenas, con una presencia infraregistrada, especialmente en cáncer profesional”.
También indica que en España se calcula que aproximadamente el 19% de los fallecimientos por cáncer se relacionan con el entorno laboral. “No obstante, los casos reconocidos como enfermedad profesional por cáncer son muy bajos en comparación con esas cifras, están subdeclarados en CEPROSS. En otras palabras: se sabe que el impacto es relevante pero no se dispone de un dato oficial reciente confiable que indique cuántas muertes anuales se reconocen como cáncer laboral. Estas patologías tienen periodos largos de latencia, lo cual dificulta establecer la relación causal”, explica.
Por otra parte, destaca que surgen “nuevos modelos de exposición y de organización del trabajo que aumentan riesgos conocidos o introducen riesgos emergentes”: “Teletrabajo, trabajo con TIC y economía digital, plataformas digitales, repartidores, tareas con nanomateriales, biotecnología y nuevas sustancias químicas, entre otras”.
Por último, señala que “han mejorado” muchos riesgos clásicos relacionados con maquinaria, caídas en altura o agentes químicos altamente tóxicos. “En contraste, el absentismo y la incapacidad temporal por problemas comunes, especialmente TME y salud mental, han aumentado, lo que indica que la prevención primaria no está resultando suficientemente eficaz. Los trastornos mentales no pueden ser reconocidos porque no figuran en la lista de enfermedades profesionales. La reciente hoja de ruta sobre trabajo y salud mental denuncia esta brecha entre la evidencia y el reconocimiento legal, y propone un plan enfocado en la vigilancia epidemiológica para intervenir en la prevención de estas patologías tan prevalentes”, concluye.
Fuente: www.nuevaradio.org
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