04 Septiembre 2025
La uralita, ese material tan común en las construcciones de hace décadas, ha sido durante años una solución práctica y económica para cubiertas, tejados y depósitos. Sin embargo, lo que muchos no saben o prefieren ignorar es cómo la lluvia puede agravar los riesgos asociados a este material, especialmente cuando contiene amianto. Hoy vamos a explicarte, con todo detalle, cómo afecta la lluvia a la uralita, por qué es importante que estés al tanto si tienes una instalación antigua y qué medidas puedes tomar para prevenir problemas mayores.
La uralita, en su versión más antigua, contiene amianto, un material que, aunque fue muy útil, hoy está completamente prohibido por su peligrosidad.
Aunque mientras está en buen estado no representa un peligro inminente, el paso del tiempo y, especialmente, la lluvia, aceleran su deterioro. Esa combinación de agua, viento y humedad puede convertir un tejado de uralita aparentemente inofensivo en una amenaza silenciosa para tu salud y la de quienes te rodean.
Entremos en materia. La exposición a la lluvia es una de las principales causas del envejecimiento y la degradación de la uralita. Vamos a explicártelo paso a paso para que lo veas claro.
Cuando hablamos de cómo afecta la lluvia a la uralita hay que conocer sobre la erosión de la uralita, nos referimos a ese desgaste que va dejando la lluvia con el paso del tiempo.
La superficie se va debilitando, se forman pequeñas grietas, se descompone la capa exterior… Todo eso puede parecer lento e inofensivo, pero en realidad es lo que permite que el amianto quede expuesto.
El proceso es aún más grave en zonas donde llueve con frecuencia o en tejados con poca pendiente, donde el agua se estanca.
La humedad en la uralita no solo afecta a la superficie. Con los años, esa agua va filtrándose, se acumula en las fisuras, y acelera el deterioro interno del material.
Este proceso provoca un debilitamiento estructural que puede acabar en desprendimientos, grietas visibles e incluso hundimientos del techo. Una uralita envejecida es un foco claro de riesgo.
Y lo peor de todo es que este deterioro no siempre es visible desde el primer momento. Puede estar ocurriendo ahora mismo encima de tu cabeza y tu ya conoces cómo afecta la lluvia a la uralita.
Aquí es donde entramos en terreno peligroso.
Cuando la uralita se moja y después se seca, el proceso genera contracciones y dilataciones que fragmentan el material. Esas microfisuras permiten que las fibras de amianto se liberen al ambiente.
Así, la uralita mojada no solo es frágil: es potencialmente tóxica. Y si hay viento tras la lluvia, esas fibras pueden viajar por el aire y ser inhaladas sin que te des cuenta.
Sabemos que todo esto puede sonar alarmante, pero es importante entender los efectos del agua en el amianto de forma realista.
La combinación de lluvia, erosión y envejecimiento genera un escenario ideal para la exposición al amianto.
Esto se agrava aún más si la cubierta está en una zona donde hay actividad humana frecuente, como patios, terrazas, almacenes o zonas de paso.
La lluvia en la uralita puede arrastrar partículas hacia los bajantes, canalones, desagües o incluso hacia el suelo del jardín. De esta forma, no solo se contamina el aire, sino también el agua de escorrentía y las superficies exteriores.
Los riesgos por la lluvia y el amianto no son inmediatos, pero sí muy serios.
La exposición prolongada a fibras de amianto se relaciona con enfermedades como:
Lo peor es que estas enfermedades pueden tardar entre 20 y 40 años en manifestarse. Por eso es vital actuar a tiempo.
No necesitas ser un experto para notar que algo va mal con tu tejado. Aquí te dejamos una lista de señales a las que deberías prestar atención.
Vamos a centrarnos un poco más en el peligro real de salud pública que supone el amianto con exposición tras la lluvia. No exageramos si decimos que se trata de un enemigo invisible.
Cuando el techo de uralita sufre una lluvia fuerte, se moja por completo. Luego, al secarse, esas contracciones y la acción del viento provocan que las fibras se desprendan.
No hace falta que toques la uralita ni que la rompas. Solo con estar cerca, podrías estar respirando fibras sin saberlo.
Ahí el riesgo se multiplica. Cada gota que entra, cada microgrieta que se abre, hace que el amianto quede más expuesto. El agua actúa como un catalizador del peligro.
Por eso insistimos tanto en que si tienes uralita antigua en casa o en el trabajo, no esperes a que sea tarde.
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Fuente: www.retirada-uralita.com
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