Lo que el amianto esconde

Guardo el recuerdo de aquellas películas ochenteras de contaminaciones tóxicas inesperadas. El medio ambiente empezaba a volverse contra la Humanidad, y desde la energía nuclear hasta los minerales más desconocidos impregnaban de pronto agua y aire, y todo lo que tocabas sin conciencia de peligro. La ficción se alimentaba de la realidad que asomaba a los periódicos: procesos judiciales ponían contra las cuerdas a grandes empresas y destapaban la existencia de enfermos con un culpable detrás. Y con una responsabilidad. Así fue como el tejado de uralita que vi todos los días de mi infancia desde el balcón de casa se volvió una presencia amenazadora que acabaría en los tribunales.

Será por eso que no salgo de mi asombro ante la crisis del amianto en el Metro de Madrid y Barcelona. Que empresas públicas que abogan por la salud laboral hayan gestionado tan mal un problema de esta magnitud es desconcertante. Si Metro de Madrid sabía ya en 2003, tal y como destapó este diario, que había fibras de amianto en 115 trenes de su flota, que algunos de esos vagones siguieran en circulación hace apenas unos meses es aberrante. La enfermedad contraída por contacto con fibra de amianto ya ha costado la vida a dos ex empleados.

En Barcelona van a la zaga. No sólo no activaron las alarmas al conocerse la toxicidad del material empleado en Madrid. Primero negaron la existencia del problema. Luego, forzados por los trabajadores a revisar el material, hallaron tóxicos en algunos vagones, pero negaron que pudieran afectar a pasajeros o empleados. Y con un protocolo de revisiones médicas puesto en marcha sólo en noviembre, ya admiten 12 casos de afectación pulmonar en trabajadores, aunque la empresa municipal que dirige Ada Colau sigue minimizando daños en una estrategia con un recorrido bien corto, si tenemos en cuenta que las exploraciones siguen dando un goteo de afectados. Hace 17 años que saben que es peligroso, ¿cómo se les pudo pasar por alto que aún había sustancias tóxicas en algunos vagones?

Como una bola de nieve, la crisis del amianto se está llevando todo por delante. La confianza en la salubridad de las instalaciones, la responsabilidad en los entes públicos, la paciencia de los afectados y la capacidad de asombro de todos los demás, que asistimos entre perplejos e indignados a esta puesta en escena de un Gobierno entre el escaqueo y la incapacidad, como el viejo guión de una película ochentera que nos quita otra vez el sueño.

Fuente: www.elmundo.es

https://www.elmundo.es/madrid/2019/01/11/5c38e72afc6c8386618b4623.html